Le voyage au Groenland (Viaje a Groenlandia) (2016) de Sébastien Betbeder


Como la ventana que resucita el ambiente de un cargado dormitorio. La chispa de vida que prende de una experiencia que empieza como huida y acaba como la salvación a unos adormilados seres que jamás volverán a ver con los mismos ojos.

Un viaje a un remoto pueblo de Groenlandia para visitar al padre de uno de los dos protagonistas, es la excusa para que Sébastien Betbeder nos cuente una historia de liberación y bienestar cultural. Una sanación del alma como regalo del folklore de este mundo.

Una historia en la que poco pasa y mucho se transforma. Se unen lazos entre culturas capaces de sanar la tristeza del trance vital actual. Se regenera el autoestima con la importancia y la magnitud del místico forastero. Es una recarga de vitalidad para afrontar el desolador entorno que un alma deprimida arrastra consigo.

De una forma muy natural y cercana al documental, el director nos sumerge en un mundo de hielo y nieve y nos plantea escenarios hilarantes con las costumbres y los idiomas. Somos testigos de la hospitalidad de un pueblo que permanece aislado, pero no por ello deja de abrazar al visitante. Somos el tercer amigo que se embarca con los protagonistas, seremos el tercer Thomas de una función que no sirve para conocerse más, sino mejor.

Una simpática experiencia con un sentido del humor natural y respetuoso.



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