Carne para Frankenstein (1973) de Paul Morrissey


Udo Kier es el Barón Frankenstein, un científico loco casado con su hermana empeñado en crear una raza de humanos a partir de trozos de cuerpos previamente raptados, mutilados y cosidos. Quiere crear al hombre perfecto y a la mujer perfecta y que entre ellos se reproduzcan pero coge por error el cerebro de un hombre que iba a convertirse en monje por lo que la criatura no demuestra demasiado interés en copular con la hembra. Pero la esposa del Barón tiene una hambre sexual insaciable y pronto se fijará en la criatura pero el sexo deriva en un trágico resultado para todos.

Una crítica conservadora a la osadía del hombre y su pretensión de colocarse a la altura del "todopoderoso".

La adaptación libre del cuento de Shelly que el amigo de Warholl crea, es una disparatada función de sangre y vísceras. Teatral por sus escenarios y su elenco actoral. Las sobreactuaciones armonizan un exceso que empapa toda la obra.

Tacha de inmoral cuestiones de forma caricaturesca. La homosexualidad, la codicia, el libertinaje, el incesto o la propia ciencia que desplaza a Dios, son expuestos en un argumento que los destroza poco a poco y sin piedad. Un infantilismo poco creíble se apodera de la obra y la convierte en un chiste macabro con moraleja religiosa.

Morrissey trabaja con una puesta en escena modesta, pero ambiciosa. Con exteriores testimoniales e interiores con fuerza que hacen recordar a estudios de épocas pasadas.

Destacable mención al trabajo de un Udo Kier desatado. Una sobreactuación para el recuerdo que el equipo de fotografía inmortaliza de manera irregular.



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